FRAGILIDAD
Centro de Medellín. Otredad, ciudad, fragilidad, barrera. La ciudad, su gente, su dinámica, su caos, su devenir. En este país donde nada cambia, donde nada importa, donde el Otro sobra, donde todos luchamos... Correr sin poder escapar de la realidad agobiante en la que nos sumerge la ciudad, y que ahora enfrentados a una pandemia hiperboliza la distancia, roba el contacto, nos sigue dejando sin sentidos, sin rostro. El grito del otro se pierde en la masa, la máscara toma poder y tapa la boca, anula la vista, nos deja si oídos, sin olfato. Vamos en serie como máquinas del sistema neoliberal; en esta "nueva normalidad" nos volvimos intocables, tenemos barreras invisibles que nos vuelven más frágiles de lo que ya somos como sujetos, pero ¿quién nos impide desprendernos de nuestras pieles impuestas? ¿quién nos roba la sonrisa? ¿cómo recuperar la pureza y liviandad del cuerpo? Todos andamos en nuestra propia esfera, tratando de sobrevivir, de existir, de conservar la esperanza, anulando el tacto y la cercanía con el Otro, "cuidándonos de los demás y cuidando a los demás" desde una frágil burbuja, desde una idea de falsa protección que nos aísla y que se impone en la lucha diaria del día a día, en una realidad invasiva que llegó para instalarse y volverse orgánica poco a poco. Danzamos para dejar de correr, para recuperar el grito del cuerpo propio, para levitar. Sonreímos para conectarnos, para tocarnos, punto de fuga donde resonamos juntos, donde reconocemos la Otredad.
Centro de Medellín. Otredad, ciudad, fragilidad, barrera. La ciudad, su gente, su dinámica, su caos, su devenir. En este país donde nada cambia, donde nada importa, donde el Otro sobra, donde todos luchamos... Correr sin poder escapar de la realidad agobiante en la que nos sumerge la ciudad, y que ahora enfrentados a una pandemia hiperboliza la distancia, roba el contacto, nos sigue dejando sin sentidos, sin rostro.

El grito del otro se pierde en la masa, la máscara toma poder y tapa la boca, anula la vista, nos deja sin oídos, sin olfato. Vamos en serie como máquinas del sistema neoliberal; en esta "nueva normalidad" nos volvimos intocables, tenemos barreras invisibles que nos vuelven más frágiles de lo que ya somos como sujetos, pero ¿Quién nos impide desprendernos de las pieles impuestas? ¿Quién nos roba la sonrisa? ¿Cómo recuperar la pureza y liviandad del cuerpo?

Todos andamos en nuestra propia esfera, tratando de sobrevivir, de existir, de conservar la esperanza, anulando el tacto y la cercanía con el Otro, "cuidándonos de los demás y cuidando a los demás" desde una frágil burbuja, desde una idea de falsa protección que nos aísla y que se impone en la lucha diaria del día a día, en una realidad invasiva que llegó para instalarse y volverse orgánica poco a poco.

Danzamos para dejar de correr, para recuperar el grito del cuerpo propio, para levitar. Sonreímos para conectarnos, para tocarnos, punto de fuga donde resonamos juntos, donde reconocemos la Otredad.